jueves, 26 de abril de 2012

TRASTORNO BIPOLAR Y LÁGRIMAS DE SAN PEDRO

25 de abril de 2012. Plaza de Toros de Sevilla. 14º festejo de abono

Fotos, gentileza de Pepe Morán
La Plaza de Toros de Sevilla sufre un grave trastorno bipolar. Media plaza se encuentra en evidente estado maníaco, manifestando una euforia desmedida ante cualquier nimiedad. Se aplauden picotazos traseros y bajos en la suerte de varas. Se aplauden pares de banderillas a toro pasado. Se aplaude a los picadores por caerse del caballo. A los toreros por enganchar los engaños o pinchar con la espada. Se regalan orejas y pollos. La banda toca a destiempo compases charangueros que finalizan repentinamente. Otra media plaza se encuentra sumida en la más triste melancolía. Bosteza, no le interesa lo que pasa en el ruedo, pierde la mirada aburridamente en los tendidos buscando a algún conocido, a alguna mujer guapa quizá. Aveces, despierta, se enfada y profiere un grito de rabia o unas risas y palmas destempladas, sarcásticas. Pita a los toreros, a la banda y a la presidencia. 

Seis toros de Jandilla y Vega Hermosa se han corrido hoy. Bien presentados, quizá algo pasados de romana rondando algunos los 600 kilos, nobles y con clase en la embestida, pero sin fuerzas para aguantar tantos kilos ni las exigecias de la lidia. Estos toros hubieran servido, como dicen los taurinos, en plazas de segunda, en Jerez o en Algeciras, donde la suerte de varas consiste por lo general en un picotazito tras colocar al toro literalmente encima de caballo, sin obligarle a dar un solo tranco en la embestida. Si el toro está más fuerte se le rompe el solomillo para que baje la cara y ya está. Banderillas, sólo dos pares y sin dejarse ver, no vaya a ser que el toro embista al galope, por favor. En Sevilla sin embargo queremos que todo se haga reglamentariamente: dos puyazos viendo al toro entrar al caballo, tres pares de banderillas dejándose ver. El resultado es que los toros, que no tiene fuerza ninguna, llegan reventados a la muleta y se paran o se caen. La solución al trastorno maníaco-depresivo que venimos sufriendo en Sevilla parece que pasa por traer toros íntegros y de poder que resistan la lidia que queremos ver o por amoldar esta a las exigencias a la baja de los toros flojuchos y noblotes, claro que entonces seríamos una plaza de segunda. 

Bueno, dejémonos de parapsicología y veamos que es lo que ha pasado hoy. Al primero no lo he visto en el caballo ni en banderillas. He llegado un poco tarde a la plaza por culpa del mal servicio de autobuses que ofrece la empresa publica municipal de transportes TUSSAM. Una hora y diez minutos he estado esperando el 22. Han pasado tres autobuses repletos de feriantes y ninguno ha abierto para subir a los que estábamos en la parada. Gracias a que finalmente me he colado por detrás mientras se bajaba una señora he podido llegar con la corrida ya empezada, sino todavía estaría esperando al 22. No les cuento mi conversación con el chófer por no escandalizar, pero me hice el indignado con la escusa de que iba a trabajar y llegaba tarde. En fin, a lo que iba; que cuando llego a la plaza el toro está picado y lo que veo es un animal gordo  y axfisiado que no puede arrastrar su propia alma por el ruedo. El  Cid lo torea bien por el derecho, inicia la tercera tanda al natural pero ya no hay toro. Mata de pinchazo y estocada entera. El cuarto toro era bonito y serio por delante pero tenía abierta la boca ya antes de tomar la primera vara. Tras el primer puyazo claudica. Briega bien el Boni, se luce Alcalareño en banderillas y saluda montera en mano.  El Cid lo cita de lejos e intenta su faena clásica pero no tiene oponente, el toro es noble y embiste con la cara baja y fija pero no tiene fuerzas para repetir más de dos o tres veces ni aguanta la tercera tanda. Lo mata de estocada entera atravesada y un poco caída. 

El primero de Castella es un toro castaño bien presentado pero regordío, acochinado. Lo castigan con una vara trasera. Castella intenta un quite no se sabe de qué clase y sale de la suerte atropellado y con el capote rajado. Castigan más al toro con otra vara trasera, en medio de la columna vertebral. Javier Ambel se deja ver en dos buenos pares y saluda. Castella larga velas con el pico. Se da mucho tiempo entre tanda y tanda ¿Para que respire el toro o para pensar lo que tiene que hacer? Sigue despidiendo la embestida para afuera citado con el pico. Suena pitos y protestas de los inteligentes. Algún agradador del Cuatro Alto mira al Ocho para identificar a los talibanes. Termina Castella con un arrimón vulgar, muy aplaudido por los maníacos. Caza una estocada al paso tras pinchar. El quito toro tiene cuajo, es serio pero está disminuido de los cuartos traseros. No tiene fueras para entrar al caballo, se derrenga en la primera vara. Se duele en banderillas. Tiene fijeza y celo por embestir a la muleta pero por falta de fuerzas lo hace rebrincando. Castella, demostrando lo que vale, se descompone  y luego intenta vender la moto obligado mucho al toro para que claudique y lo exima de toda culpa. Mata con el descabello tras una estocada casi entera pero tendida.  Adiós Napoleón. 

Cuando el tercero de la tarde sale del recibimiento que le ofrece Talavante por chicuelinas lo hace renqueando y mostrando que no tiene fuerza en las manos. En consecuencia, no lo pican o simulan picarlo y le ponen las banderillas rápido y sin obligarlo. Llega con algo de fuerzas a la muleta, es noble, Talavante lo templa y manda por el derecho jugando magistralmentela la muñeca y rematando el de pecho al hombro contrario. Con la zurda saca un natural de antología. Tejera decide intervenir y suena una charanga que no se acopla con el toreo del pacense. Tejera hace demasiadas veces el papel de tonto de la película, el que entra e escena a destiempo, el del papel prescindible. El toro no aguanta una faena larga así que los pases de Talavante van a menos. Mata de estocada caída. Oreja poco exigente y de nuevo le regalan un gallo. En la cabeza de cada aficionado va tomando forma un pensamineto lúgubre.

Antes de que cante el gallo... 

El último toro tiene 597 kilos y es alto. Lo recibe Talavante con unas verónicas frías. Dobla las manos en la primera vara. Cuando lo ponen para la segunda sucede una escena curiosa. El toro es tardo y el caballo, que aunque a ciegas presiente el encuentro se rebela y quiere quitarse de la suerte, por eso levanta las manos y se sostiene sobre los cuartos traseros. Algunos confundidos creen que el picador se está luciendo y aplauden. Tras las banderillas el toro ya no tiene fuerzas, se para, cuando embiste pierde los pies. Lo mata Talavante de una estocada tras pinchar dos veces.  

... me negarás tres veces.

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