miércoles, 18 de abril de 2012

FUENTE YMBRO: LAS APARIENCIAS ENGAÑAN



Miércoles 18 de abril. Plaza de Toros de Sevilla. 7º festejo de abono

Los toros de Fuente Ymbro salieron a la arena luciendo arboladura. El primero y quinto parecían de salida cosacos cabalgando sable en ristre por la fría estepa. La corrida no fue del todo pareja, hubo algún toro bajito de agujas, recortadito pero armónico como el castaño que salió en tercer lugar y otros altos y grandes como el  quinto y sexto. En el caballo no han hecho especial pelea. Se han movido, han embestido a los engaños con prontitud, repitiendo  y con codicia y no han mostrado malicia. Destacaron el primero, quinto y sexto. El segundo parecía algo renco. Sin ser una corrida brillante, en cuanto a bravura, ha sido una buena corrida de toros.  

Sin embargo, los toreros han estado por debajo de las exigencias. Salvador Cortés no encontró la distancia adecuada ni el sitio donde torear a sus dos toros, casi siempre fuera de cacho, despegado y desplazando las embestidas hacia afuera. Fue aplaudido en el primero generosamente y pitado al querer dar la vuelta al ruedo. Silenciado en el segundo.

Antonio Nazaré parecía afligido, superado por la situación. Tras pasar desapercibido en su primero, el calor del público pareció animarle a intentarlo con el bravo quinto. Logró un par de tandas de buena factura con la derecha, de pocos pases, dos y el remate de pecho. Con la izquierda nada de nada. Resultó herido de levedad tras una aparatosa voltereta y se vio como le chorreba la sangre por la espinilla de la pierna izquierda así que se le concedió una oreja por resultar herido en acto de servicio que, otra más esta feria, nos parece excesiva. 

Esaú Fernández se fue a recibir a sus dos toros a portagayola. Es un torero basto, vociferante y propenso a los mantazos, en definitiva, ordinario. Cuando ejecuta las chicuelinas parece que le falta la levita y la chistera. En el primero fue pesadísimo, aburrió y fue silenciado. En el segundo algunos quisieron ver que toreaba, pero nunca mandó sobre las embestidas del buen sexto. El presidente le regaló una  oreja de saldo, ni siquiera había petición mayoritaria.

En resumen: Los toros, que no se comían a nadie a pesar de su apariencia, se quedaron sin torear. Los toreros, a pesar de aparentar que torearon,  no aprovecharon los toros. El público ve espejismos y pide oreja por cualquier cosa que parezca torear. La presidencia saca rápido el pañuelo blanco, pone la plaza al nivel de un festival verbenero y así parece y consta luego en los papeles del día siguiente que ha sucedido algo realmente bueno.        

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