Tarde fría y encapotada. Media plaza, poco mas o poco menos.
Los novillos de El Serrano, marcados a hierro en el anca con la letra griega "psi", la que tiene forma de tridente, dieron en la báscula entre los 487 kilos el que menos y 499 los que más, de sobra para una corrida de toros; sin embargo eran novillos fibrosos y varedados, nada gordos, en algún caso altotes, con morrillito y con cara, excepto el primero, que era un becerro grandote de 454 kilos. Respecto al comportamineto, no han desarrollado malas maneras pero tampoco han sido buenos, andado en un término medio que necesitaba de unas manos hábiles manejando los engaños o de unos novilleros con mayores recursos para arrancarles faena. En general han tenido un defecto, y es que se han dejado los pitones, y algo más, en los burladeros en cuanto han dado el primer derrote.
Abrió plaza un becerrete negro, el de menos peso y presencia de la corrida, al que
Conchi Ríos no fue capaz de parar con el capote y al que le dieron fuerte en dos puyazos por lo que llegó mermado de fuerzas al de
Emilio Huertas, que fue el primero que lo intetó torear aplicándole un quite compuesto de dos chicuelinas discretas y media verónica muy humilde. En banderillas el torete ya no se arrancaba y esperaba anticipando que en la muleta se iba a parar. Conchi se ejercitó durante un rato en el laborioso pero aburrido arte del monopase: me coloco, me cruzo, cito, doy medio pase, me quito y vuelvo a empezar; todo esto siempre con muchas prevenciones. Así nos tuvo entretenidos hasta que le dio un pinchazo, una estocada atravesada, caída y tendida y dos descabellos que acabaron con los días del animal.
El que salió
en segundo lugar, con 499 kilos y mucha más presencia sí parecía un novillo de tres años y medio, a pesar de tener sólo un mes de vida más que el anterior. Se astilló el pitón en el burladero del 4 en cuanto fue a saludar a los banderilleros . Abanto de salida, no lo pararon y
Emilio Huertas lo acompañó a los medios aprovenchando sus viajes para dar una verónicas de muy poco mando y no haciéndose con él. Inmediatamente el novillo fue a su aire hasta el caballo que hacía puerta y en cuanto sintió la puya se najó. Se fue luego sin que lo pusieran en suerte a por el caballo del picador de turno y repitió lo de irse por pies al sentir la pica. Huertas pidió el cambio de tercio, aunque en propiedad hubiera tenido que pedirlo el novillo, que es el único que había actuado hasta entonces. En banderillas se arrancó y apretó a los toreros, saliendo alguno muy apurado de la suerte. En la muleta le duraron las arrancadas de genio tres tandas en las que Huertas lo toreó con la derecha sufriendo algún enganchón por faltar algo de temple. Luego se rajó descaradamente y Huertas lo mató en la suerte contraria por los terrenos del 11 de medio pinchazo hondo y salió a saludar al tercio.
El castaño tercero mejoró aun más la presencia del anterior. Bien encornado y algo tocado del derecho, pitón que se destrozó en los burladeros. Salió algo distraído pero se fue pronto y de largo a la primera vara y empujó con el izquierdo saliendo tras el capote del peón que lo quitó. A la segunda vara se fue también pronto pero de esta salió suelto.
Conchi Ríos renunció al quite que le correspondía, lo que dice mucho, o poco, de quien se anuncia como figura de la novillería. En banderillas el novillo fue igualmente pronto y acometió, puso en apuros a los banderilleros que tuvieron que tomar el olivo con apreturas.
Álvaro Sanlúcar muleteó entre los pitones y con los pies muy asentados, basando su faena en la mano derecha aunque le faltó algo de mando. El novillo termino parado y el de Sanlúcar se vio sin recursos para seguir peleándose con él. Lo mejor fue la estocada algo contraria con la fulminó al novillo, tras lo cual saludó desde el tercio.
El cuarto fue un novillo altote, castaño, bociblanco y listón que en cuanto salió se dejó, como sus hermanos, los pitones en los burladeros. Al recibir de capa
Conchi Ríos volvió a quedar en evidencia pues perdió el percal en las astas del toro y tuvo que salir por pies a buscar refugio en las tablas. En el caballo el novillo entró bien pero gustó de hacer sonar le estribo y salió sin clase. En banderillas ni acometió ni persiguió a los banderilleros, tendiendo a parado. Conchi Ríos intentó torear por le pitón derecho, pero nunca pasó del tercer pase sin que el novillo le enganchara la muleta. Como no parece tener más recursos, optó por dar pases sueltos, sin conjunción, hasta que se dio cuenta de que la faena carecía de argumento y decidió matar al torete de una estocada caída y atravesada muy fea que necesitó del concurso del puntillero. Silencio.
Los de la cuadrilla de Emilio Huertas quisieron enmendar el desastre de lidia que habían propinado al segundo de la tarde, así que se esmeraron con
el quinto. Primero
José Otero, que tantas fatiguitas había pasado en el novillo anterior, estuvo atento a que éste no se fuera a por el caballo del picador que hacía puerta y con un capotazo evitó el encuentro, recibiendo aplausos. Luego puso dos buenas varas
Juan José Martínez, moviendo bien el caballo, sin cerrarle la salida la novillo y sin barrenar con la puya, en lo que tuvo algún mérito
Ángel Otero que estuvo diligente en quitarlo pronto. En banderillas puso dos buenos pares dejándose ver y andándole muy bien el el cite
José Otero, que saludó. La buena lidia de la cuadrilla tapó las carencias de un novillo que aunque embistió y repitió lo hizo siempre con la cara a media altura y sin terminar de empelarse. Aun así
Emilio Huertas le enjaretó unas buenas tandas con la derecha, ligadas y bien rematas que hicieron sonar la música. Remató Huertas con una tanda de tres naturales y el de pecho en la que faltó haber bajado un poco la mano, pero el novillo tampoco daba para más. Mató de una estocada y el novillo cayó redondo. Se le concedió una oreja y al toro se le aplaudió en el arrastre, aunque quizá sin meecerlo.
El sexto fue el de mayor presencia de la tarde, casi un toro, lastima que se dejara la cara en las tablas de los burladeros. Entró solo casi desde los medios a las dos varas que le pusieron y los puyazos cayeron mal, caídos y traseros. En banderillas acometió. En la muleta embistió, repitió y bajó la cara durante dos tandas, hasta que comenzó a quedarse a mitad del pase y a buscar la muleta con malas formas. Lo mejor que hizo
Álvaro Sanlúcar fue matarlo a la primera de una buena estocada. Silencio.