Viernes 20 de julio de 2018
PLAZA DE TOROS DE LA LÍNEA
Seis toros de Lagunajanda para Antonio Ferrera, El Fandi y Miguel Ángel Pacheco
Llamaban las campanas de San Pío X a misa de ocho cuando Miguel Ángel Pacheco, rosa palo y plata, hacía la cruz en el tercio del 1 para convertirse en matador de toros. Cayó la espada unos dedos por detrás del hoyo de las agujas y tardó un poquito en doblar Lenguadulce, un castaño corniapretado, badanudo y algo gordito que había embestido con nobleza hasta el final. Dobló al fin y los tendidos se volvieron blancos, como si al repique del bronce hubieran alzado el vuelo cientos de pavanas y, para que todo se cumpliera, mientras sonaban las campanillas de las mulas y los platillos de la banda marcaban los compases de Española y Gaditana, saltaba al ruedo un gallo andaluz. Factum est. Dos orejas.
A la fiesta de Pacheco vinieron Antonio Ferrera de padrino y El Fandi de testigo. Y digo fiesta porque la corrida de ayer noche fue eso, la celebración gozosa y amable de una ciudad y de una afición que tiene motivos sobrados para reunirse y disfrutar a pesar de los pesares, dándose el lujo además de tomarse una copa y un aperitivo a mitad del espectáculo. Es cierto que la plaza, esta maltratada plaza que en otros tiempos fue signo y símbolo de la distinción y el rumbo de una ciudad pujante, no registró un lleno clamoroso pero es cierto que estaba allí toda la afición local, la que hay y va quedando, junto a un nutrido número de maestros de varias épocas: Carlos Corbacho en el tendido 3, Ruiz Miguel, Galloso y Salvador Vega en el callejón, por no contar los muchos novilleros, becerristas y muchachos de la escuela taurina local que pululaban por la plaza; así que la calidad superó a la cantidad. El ganado de Lagunajanda cumplió con creces en presentación y comportamiento lo que cabía esperar para una plaza de tercera, dando juego y causando interés por lo que hacían los toreros. Los matadores se implicaron en la celebración de la alternativa del torero local y ofrecieron con honradez y generosidad un espectáculo sin triquiñuelas. La afición linense, respetuosa y cariñosa con los toreros, supo apreciar el gesto de honestidad y profesionalidad de éstos sin escatimar nada y sin premiar nada que no lo mereciera. Enhorabuena a Curro Duarte, el organizador, no sé como resultarán las cuentas pero ayer esta ciudad revivió un pedazo casi perdido de su historia, el de sus antiguas ferias, dejándonos con las ganas de volver a vivir una tarde toros en La Línea.
SALVADOR VEGA, GALLOSO Y RUIZ MIGUEL. Foto Pepe Andana |
Antonio Ferrera, tabaco y oro, se presentaba en esta plaza y ofreció al público linense un muestra de su capacidad técnica. Con el primero, justito de presentación, noble y flojo, tras un sólo puyazo y dos pares se gustó y buscó el toreo largo y templado, mató bien y se le concedieron dos orejas. A nuestro parecer, brilló de verdad en el cuarto de la tarde, un castaño oscuro de buena presentación que peleó con genio en el caballo, que se enfadó con Montoliú y Sánchez Araujo y levantó por el aire las tablas del burladero del 1 y que, revoltoso ante la muleta de Ferrera, esgrimió dos pitones navajeros como si de un sirlero bajuno se tratara. No fue fácil de dominar y sonó un aviso. La estocada no fue buena y se perdieron los trofeos. Saludos y ovación para lo más interesante de la tarde.
David Fandila, nazareno y oro, es un torero que torea sobre los pies. A quien lo haya visto torear otras veces no le hace falte que se lo cuente. Con el capote para y saca a los toros al tercio con verónicas de compás muy abierto, juega al toro con tafalleras, serpentinas, chicuelinas movidas y largas cambiadas y, andando, gallea con gusto poniéndolos en suerte para que tomen las varas. Su repertorio en banderillas, por mucho que lo hayamos visto, no deja sorprender. De dentro a fuera, al violín, recortando con su cuerpo o corriendo a los toros hacia atrás modulando y templando sus embestidas hasta pararlos. Hasta aquí un espectáculo que encandila a los públicos. Pero con la muleta, todo es un baile que en esta época ya no se comprende. Mata con corrección. Dos orejas en el primero, oreja en el segundo.
BERNARDINA DE PACHECO A LENGUADULCE. Foto Pepe Andana |
Ya de noche, el sexto toro fue el peor de la corrida. Salió con fuerza, peleó correctamente en le caballo pero se paró ante la muleta de Pacheco. No había forma de que pasara. Encorajinado, Miguel Ángel recurrió al arrimón y a exponer más de la cuenta mientras desde los tendidos el público y desde el callejón su apoderado Juan Carlos Landrove le pedían que no arriesgara innecesariamente y matara al toro. Pinchó demasiadas veces y no obtuvo trofeos.
J.Q
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