sábado, 2 de julio de 2011

50 años de la muerte de Hemingway

Ernest Hemingway junto a Antonio Ordóñez
El 2 de julio de 1961 era domingo. Ese día Hemingway, en su casa de Idaho, deprimido y enfermo, logró encontrar la llave del armario en el que su esposa escondía las armas, seguramente unas horas antes de que Vicente Perucha debutara con caballos en Vista Alegre. El insigne suicida se levantó muy temprano, cogió una escopeta, salió al jardín y se descerrajó un tiro en la cabeza, según Borges con cierta iniquidad, al darse cuenta de que era muy mal escritor. Perucha, a la tarde, intentó impulsar una carrera que, por desgracia, no tendría mucho éxito.

Suicidio aparte, la figura de Hemingway siempre me ha parecido envidiable, o al menos la buena vida a la que aparentemente se daba: caza, pesca, copas. No es difícil imaginarlo en El Floridita. Este bar y restaurante habanero se hizo mundialmente famoso gracias a él. ¿Cuántas copas hubo de tomarse en El Floridita para hacerlo famoso?. Chicote, más cercano para nosotros, también acogió a este americano que alternaba los cócteles de la Gran Vía con el frente del Jarama. Se cuenta que Hemingway llegaba a Chicote desde el Hotel Florida de la plaza del Callao con las necesarias prevenciones para evitar los proyectiles disparados desde del frente contra Madrid.

Y además de todo ello, aficionado a los toros. Pero no le dio tiempo a escribir de Perucha. ¿Y qué hubiera escrito de Tomás, de Morante, de Manzanares?.

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