domingo, 15 de abril de 2012

OLIVA SOTO, TOREA DE VERDAD PERO SE QUEDA SIN TROFEOS

14 de abril de 2012. Plaza de Toros de Sevilla. 3ª de Abono
Seis toros de Montealto para Oliva Soto, Antonio Nazaré y Diego Silvetti


CON VIENTO Y FRÍO

OLIVA SOTO ENTRANDO A LA PLAZA
Foto de Álvaro Pastor Torres
Montealto ha lidiado una corrida de presentación intachable. Seis toros parejos, negros, rondando todos poco más de 520 Kilos, con cara y astifinos, con presencia y bien hechos. El comportamiento ha sido otra cosa. Han entrado bien al caballo la primera vez, aunque alguno lo ha hecho por su cuenta, sin que lo colocaran, eran fuertes y han empujado, pero la mayoría de ellos han salido sueltos tras el primer puyazo y han rehuido el segundo. En la muleta ha servido el primero, que tenía un interesante punto de violencia y genio. Los demás han sido noblotes y excesivamente pastueños, tirando a mansos, enseguida de paraban y se quedaban a medio muletazo, pero sin malicia para querer hacer presa en los toreros.  

Oliva Soto entendió a la perfección a su primer toro. Se trataba de un bravucón que atacaba con ventaja, pero que si lo molestaban se rajaba. Lo demostró en el caballo, entró muy bien la primera vez pero al sentir la puya salió suelto y la segunda vez no quiso pelea. La virtud del toro era que en la muleta embestía con violencia y repetía con codicia. Soto lo sacó más allá del tercio con pases genuflexos y luego lo toreó por ambos pitones pasándoselo muy cerca, bajando la mano y llevándolo toreado en cada pasa para ligar y rematar las tandas con limpieza y ajustadamente. Cobró una buena estocada entera y algo contraria pero tardó el toro en doblar y desafortunadamente el Raya, que iba de tercero, dio un mitin con la puntilla hasta que levanto al toro. Así que  se enfriaron los tendidos y lo que tenía que ser un triunfo se quedó en vuelta al ruedo. 

Oliva Soto demostró que no es un figurín, sino que lidia y torea con clase, gusto y poder. Al cuarto de la tarde, que tuvo los mismos defectos que el primero pero careció de sus virtudes, le aplicó la misma receta pero las embestidas del toro carecieron de emoción. Mató mal.   

De Nazaré y Diego Silvetti no se puede decir nada que luego pueda a recordarse con claridad. Si quisieramos ser fieles narradores de lo que hicieron, deberíamos esforzarnos por aburrir a los lectores. Ahorrémonos el esfuerzo.    

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