Ayer se presentó el cartel que anunciará las corridas de toros de la temporada 2013 en la Plaza de Toros de Sevilla. Se trata de un retrato de Juan Belmonte, del que se cumplirán 100 años de su alternativa, a cargo del gaditano Hernán Cortés.
Vistos los mamarrachos de años anteriores, (el Pinchito de Barceló, la Mosca en el yogurt, el Casco vikingo, el Torero del TBO y otros) este año el cartel es discreto y correcto, píctórica y políticamente, así que seguramente guste a la mayoría y no reciba muchas críticas contrarias.
Lo que no van faltando ya son las explicaciones un tanto extrañas e innecesarias para convencernos de la catagoría artística del retrato. Ya el año pasado nos dieron una buena ración de exegesis artítica para explicarnos nada más y nada menos que lo que hacía Gallito montera en mano junto a la barrera, brazo en alto y mirando al tendido era brindar. Este año las explicaciones no versán sobre el significado del cartel, sino sobre su proceso creativo. Tampoco ha hecho falta que lo haga un filósofo, ha sido el propio autor quien ha manifestado haber estado nada menos que tres meses en trance y soñando con Belmonte todas las noches hasta haber completado la obra.
Se ve que aun tiene su público la leyenda de que los genios crean bajo un estado alterado de conciencia y no gusta reconocer que una obra de arte sea el fruto de meses de duro trabajo. En cualquier caso la confesión pone los pelos de punta y nos preguntamos si el autor estuvo en el mismo estado hipnótico y en tan constante comunicación onírica con los personajes durante la composición de los retratos de Fraga Iribarne, Felipe González , Aznar, Miguel Roca Junyent o doña María Teresa Rudi, por citar solo algunos de los hororables protagonistas de la galería pictórica de Cortés.
Se ve que aun tiene su público la leyenda de que los genios crean bajo un estado alterado de conciencia y no gusta reconocer que una obra de arte sea el fruto de meses de duro trabajo. En cualquier caso la confesión pone los pelos de punta y nos preguntamos si el autor estuvo en el mismo estado hipnótico y en tan constante comunicación onírica con los personajes durante la composición de los retratos de Fraga Iribarne, Felipe González , Aznar, Miguel Roca Junyent o doña María Teresa Rudi, por citar solo algunos de los hororables protagonistas de la galería pictórica de Cortés.
Junto al mito del arte como fruto exclusivo del genio inefable y no de la técnica ni de la disciplina, argumento tan querido por ciertos taurinos, se nos vende también la perla de que don Hernán Cortés es un pintor de corte. Desde luego que algúnos retratos de las reales personas tiene hechos pero creemos que no puede considerársele pintor de cámara, que es lo quizá quiera decirse y que es lo que fueron Velázquez y Goya, por citar sólo los más señalados, si es que se le quiere
relacionar con ellos de alguna forma.
Y es que viendo la obra de Cortés, más que de la corte, cosa que no existe en la España de Juan Carlos, quizá para disgusto de los gentilhombres de cámara y guerra de la Real Maestranza, habrá que convenir que don Hernan es el pintor de las Cortes. Así desde ahora, Juan Belmonte, héroe trágico y existencialista por mor de la literatura y el suicidio, compartirá el honor de haber sido dibujado por el retratista de los padres de la patria que han constituido la corte de los milagros de la última restauración, en fondo neutro, como de papel de estraza, por aquello de la corrección política. Entre todos estos yo elegiría del mismo autor a otro que también fue torero, más trágico que el Belmonte de mentón y montera, el Suárez de labios apretados y mirada desconfiada, como mirando desde el burladero.
relacionar con ellos de alguna forma.
Y es que viendo la obra de Cortés, más que de la corte, cosa que no existe en la España de Juan Carlos, quizá para disgusto de los gentilhombres de cámara y guerra de la Real Maestranza, habrá que convenir que don Hernan es el pintor de las Cortes. Así desde ahora, Juan Belmonte, héroe trágico y existencialista por mor de la literatura y el suicidio, compartirá el honor de haber sido dibujado por el retratista de los padres de la patria que han constituido la corte de los milagros de la última restauración, en fondo neutro, como de papel de estraza, por aquello de la corrección política. Entre todos estos yo elegiría del mismo autor a otro que también fue torero, más trágico que el Belmonte de mentón y montera, el Suárez de labios apretados y mirada desconfiada, como mirando desde el burladero.
Comparto lo de la corrección. Pero quién le iba a decir al Pasmo de Triana que terminaría en los mismos trazos que González o Aznar. Y de saberlo qué hubiera dicho, dado el carácter y personalidad fuerte que se le atribuye.
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