Lunes 23 de abril de 2012. Plaza de Toros de Sevilla. 12º festejo de abono
Nauseabundo encierro de Daniel Ruiz, al que apeo el tratamiento de don ya que ayer faltó al respeto a todos los que pagamos nuestras entradas para ir a ver la porquería de corrida de toros que trajo a Sevilla. Una corrida de toros pude salir mansa, porque puede ser condición del ganado bravo el mansear, pero lo que no puede estar es mal presentada y falta de fondo físico o, simplemente, no puede estar enferma. El primero era bizco y flojo, fue devuelto y salió un sobrero de Parladé solo un poco menos flojo. El segundo debía pertenecer a otra especie, quizá era un novillo de cebú o un okapi pequeño, más que morrillo tenía giba y era estrecho de sienes por lo que aparentaba tener cuernos, además no claudicó porque Manuel Cid no le puso la pica. El tercero estaba bien hecho pero era pequeño, anovillado y se cayó al suelo en la segunda vara, lo devolvieron y salío un sobrero de Montealto cuajado y bien presentado pero sin casta. El cuarto fuertemente protestado por anovillado. El quinto salvó el expediente por tener algo de cara. El sexto fue flaco y con cara de becerro, más propio de una portatil de pueblo que de la Plaza de Sevilla.
Con semejantes desechos tres presuntas figuras del toreo se dedicaron a hacer como que toreaban. Sebastián Castella, ya lo he dicho con ocasión de su anterior actuación, contagia su frialdad al público, al menos a los aficionados. Nadie espera que haga algo de provecho. No se entiende porqué es una de las bases del abono. Silencio en el primer toro, el sobrero de Parladé. Por intentar dar unos cuantos pases enganchando siempre la muleta por carecer de temple y dejando que los borregos de ayer se la puntearan, le concedieron el inexplicable honor de saludar desde el tercio tras dar muerte a su segundo.
Cayetano quiso agradar y se fue a recibir al primero a portagallola, le dió una larga cambiada y lo recogió muy bien con verónicas vibrantes. Ahí se quedó todo. No se picó al extraño animal que le había tocado en suerte, aunque quiso darle importancia, escenificando como siemrpe lo accesorio y no haciendo nada de lo fundamental. Lo mató de una estocada trasera y salió a saludar al tercio muy aplaudido por el mujerío y los encorbatados ocasionales. En su segundo, muy protestado por chico y al que tampoco se picó, desplegó una tauromaquia insulsa y vulgar en la que, como sus compañeros, demostró incapacidad para templar y mandar y todo acompañado por una fuerte división de opiniones en los tendidos, unos pitaban y otros aplaudían. Mató de pinchazo y media. Suponemos que su aparición en La Maestranza le servirá para seguir vendiendo relojes, colonia, ropa y calcetines.
Daniel Luque va cuesta abajo. Se equivoca con este ganado. Debería optar por hierros encastados porque tiene capacidad e inteligencia para entenderlo, someterlo y agradar a los aficionados. Se estrelló con dos borregas que no tenían un pase ni trasmitían emoción. Como siga así se le pasa la Feria en blanco.
El público volvió a tener una actitud lamentable. Se aplaude todo, un pinchazo en hueso, un par de baderillas a toro pasado o una caida del picador y, por supuesto, que no se pique a los toros. Comentaba un compañero de localidad que el silencio de Sevilla es un mito, una sublimación de la actitud que en otro tiempo mantenían un público entre los que había mucha gente acostumbrada o familarizada con las faenas camperas y los tentaderos, donde se guarda silencio y quietud para no duistraer a los animales. Hoy día la mayoría de la gente no sabe lo que está viendo y guarda silencio por ignorancia. Decía el mismo vecino, que cada vez hay menos aficionados en la plaza y más público ocasional, que sólo va una vez o de vez en cuando va a los toros a ver a las figuras mediáticas como a Cayetano.
Azul Soraya. Fue el cometario del día, a falta de cosas realmente interesantes, el color del vestido de José Chacón, segundo de la cuadrilla de Sebastían Castella. Aparecía escrito en el programa como "azul soralla", pero debe ser una confusión con Sorolla, por aquello de los colores y los pintores. En realidad se llama así a una tonalidad de azul en honor de los ojos de la princesa Soraya, primera mujer del Sha de Persia, que debía tenerlos preciosos. Como la corrida de ayer fue una mierda, dicho con perdón y todas sus letras, y no tenemos fotógrafo nos consolamos ilustrando esta crónica con una foto de la princesa persa.
D. Javier, su crónica como siempre, sin desperdicio. Pero... esos últimos párrafos con que usted nos deleita, no tienen precio. ¡Un abrazo!
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